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#8MContralaPobreza

Más inversión en igualdad para acabar con la feminización de la pobreza

• Es urgente continuar avanzando en el reconocimiento y garantía de los derechos de las mujeres, a nivel económico, social y político: los derechos de las mujeres son derechos humanos.
• Por un enfoque interministerial y un debate participado sobre la sostenibilidad eco-social de nuestras vidas, desde una ética corresponsable y el principio aplicado de igualdad.

08/03/2024 | EAPN - Actualidad

En el Día Internacional de las Mujeres, la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES), que reúne a organizaciones del Tercer Sector de Acción Social comprometidas con la prevención y erradicación de la pobreza y la exclusión social, quiere explicitar con claridad que:

Invertir en los derechos de las mujeres es invertir en la erradicación de la pobreza y la exclusión social. Si queremos acabar con la pobreza, hemos de priorizar a quienes están en una situación más vulnerable, haciendo que las políticas sociales lleguen en primer lugar a quienes más lo necesitan. 

Tal y como apuntan los últimos datos en España según la tasa de AROPE, los niveles de pobreza y/o exclusión siguen siendo mayores entre las mujeres (27,5%) que entre los hombres (25,5%). Es decir, un año más se perpetúa la brecha de género en detrimento de las mujeres (EAPN, 2024),  siendo especialmente preocupante -de nuevo- la situación de los hogares monoparentales y de los cuales más del 80% están a cargo de una mujer -la tasa AROPE alcanza al 52,7 % de las personas en estos hogares, cerca del doble del dato para la población general-. Además, los datos de este año muestran una brecha de género de más de un punto en términos de carencia material y social severa de las mujeres: 9,6% frente a un 8,4% entre los hombres; lo que refleja el mayor grado de vulnerabilidad al que se enfrentan las mujeres.  Hay que recordar a su vez que, según Eurostat, España es el cuarto país de la Unión Europea con más personas en situación de pobreza o exclusión social. 

Las actuales crisis interrelacionadas (de incremento del costo de la vida, con guerras en curso, crisis energética y climática, entre otras) perjudican con especial dureza a quienes tienen menor y peor acceso a recursos y derechos, entre quienes se encuentran las mujeres y, muy especialmente, aquellas que reúnen otros factores de riesgo de pobreza y/o exclusión social, como son: mujeres en situación de violencia, con menores o personas dependientes a cargo, personas racializadas y en especial migrantes que se encuentran en situación administrativa irregular, con discapacidad, una salud mental deteriorada, gitanas, o de edad avanzada, entre otras. 

Así pues, desde EAPN ES consideramos clave destacar en este 8M  que: 

1. El reparto de la riqueza sigue siendo desigual en detrimento de las mujeres. Es decir, las mujeres aún hoy son más pobres que los hombres -en periodos de bonanza los hombres suelen ser quienes experimentan una mejora sustancial en sus niveles de pobreza y/o exclusión social, (EAPN, 2023).

2. Las mujeres lo tienen más difícil para salir de la pobreza que los hombres porque, además de experimentarla en mayor medida, son ellas quienes acaban soportando el peso de compensar las carencias materiales e inmateriales de sus entornos, ya sea por falta de corresponsabilidad de los hombres y otras personas u actores, como por parte del Estado y sus Administraciones. 

  • Ellas son quienes cuidan, quienes suelen solicitar las ayudas sociales, quienes ponen la espalda… o mejor dicho, es sobre los cuerpos de las mujeres que la sociedad sigue descargando los trabajos de cuidados que precisa toda la ciudadanía. Y estas cargas son, de nuevo, factor de desigualdad y pobreza; una de las principales causas de su  feminización junto con la discriminación en el mercado laboral y profesional (peores salarios, menores cuotas de cotización, persistencia de los techos de cristal, etc), tal y como apunta el propio concepto de ‘feminización de la pobreza’ (Pearson, 1978). 
  • De esta forma, en este circuito del empobrecimiento, no solo las mujeres disponen de menos recursos de diferente índole y no solo económicos (por ejemplo, la pobreza de tiempo o el desgaste de su salud), sino que además se espera de ellas que, estando en peores condiciones que el resto, aporten más que otros al bienestar de los demás, aun a costa de su propia calidad de vida

El círculo vicioso al que se enfrentan las mujeres cuando se trata de pobreza y/o exclusión social ha de ser atajado de manera integral y desde una mirada interseccional desde las políticas públicas. No podemos hablar de erradicar la pobreza si no invertimos en Igualdad de Género, si no se aplica un enfoque de derechos humanos de las mujeres en toda política social y en las intervenciones públicas de mejora de la calidad de vida de la ciudadanía. Un ejemplo claro es la urgencia de aplicar una mirada de género a toda intervención en materia de trabajos de cuidados que desemboque en su reorganización social, siempre con especial atención a las mujeres migrantes, pues son ellas quienes se encuentran en peores condiciones y con una mayor vulnerabilidad dentro del sector remunerado de empleo de hogar y cuidados. 

Es vital ampliar la financiación para acabar con la pobreza, con especial hincapié en su feminización (ODS 1 de erradicación de la Pobreza y ODS 5 por la Igualdad de Género), tal y como señala con atención este año ONU Mujeres para terminar con el retraso en el cumplimiento de la Agenda 2030. Acabar con la pobreza entre las mujeres es imprescindible para su empoderamiento y el de la sociedad en su conjunto. Si una mujer no tiene autonomía económica no puede salir de la violencia, ni cuidar de su propia vida. 

La causa de la pobreza y la exclusión social es la desigualdad, por lo que la desigualdad de género es una de las vías de entrada directas para acabar con la pobreza y su feminización. Para ello, es fundamental avanzar paralelamente en tres direcciones: la corrección de la desventaja socioeconómica de las mujeres, la lucha contra los estereotipos, el estigma y la violencia, y el fortalecimiento del poder de acción, la voz y el poder de participación de las mujeres. Y hacerlo desde una coordinación reforzada entre actores -privados y públicos- desde un enfoque interministerial y entre administraciones, donde tenga cabida el debate realmente participado sobre la sostenibilidad eco-social de nuestras vidas, desde una ética de reparto de los cuidados y el principio aplicado de igualdad y no discriminación.

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